Moolaadé
El pueblo africano cree en las supersticiones y estas se entremezclan en las vidas de todos. Para vivir en África hay que ser fuerte físicamente y sobre todo de espíritu. Y eso es de lo que habla Ousmane Sembene en su película. Una mujer que supera todo esto, nos relata la vida cotidiana de un poblado rural de Burkina Faso. Con sus conflictos que al final se asemejan mucho a los nuestros; hombres contra mujeres, tradición frente al progreso, nativos contra extranjeros etc.
El fascismo no tiene color. Esto me vino a la mente cuando se muestran una pira de radiocasetes, única posiblidad de comunicación con el mundo exterior, que el pueblo ha ido amontonando en la plaza. Lo asocié a la quema de libros en la época fascista.
Su música es tratada en las elipsis de una forma minimalista. Voces a capella de Oumou Sangare, Omar Pene, Abdulaye Diabate etc… solos de flautas tradicionales, o tambores que sirven para la comunicación de noticias pero nunca aparecen en pantalla. Rodada en Burkina Faso, en leguaje Bambara, en la provincia de Bobo-Dioulasso al Oeste del país, en una pequeña aldea muy representativa. Las máscaras que llevan las mujeres en sus alegorías son de esta región.
La forma de relatar del director es épica recordándome en ciertas ocasiones a Akira Kurosawa, austero y dramático. La película esta rodada con una fotografía limpia que muestra muy bien el color único de África.
Un canto a la dignidad humana.
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