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domingo, 6 de agosto de 2006

Adamó

Adamó estaba sentado en "la casa de la palabra" de su pequeña ciudad, llamada Dapaong situada en el norte de Togo a pocos kilómetros de la frontera con Burkina Faso. Era un adolescente como cualquier togolés, con un oscuro futuro y con pocas cosas que hacer o quizás debería decir como cualquier africano.

Era la hora de la siesta y ese área del país es como una pequeña olla rodeada de montañas. Lo que produce el efecto del cocimiento y sin fuego alguno, el calor procede del cielo y de todo lo que toca el sol abrasador. La temperatura era superior a 40 grados y mi grupo y yo llegábamos en un Peugeot destartalado a conocer la región con necesidad de encontrar un guía que nos sirviera de interprete y además nos orientara.
Toda aldea, pueblo o ciudad pequeña en África tiene una "casa de la palabra", un centro de reunión donde pequeños y mayores se juntan a charlar y pasar el día. Por lo tanto es donde puedes encontrar al mejor guía. Allí nos dirigimos a encontrar el nuestro, un buen trabajo para cualquier joven. Fuimos asaltados por una nube de ellos. Todos decían que eran los que mejor conocían la zona y hablaban más idiomas, que eran católicos como nosotros y, de paso, que le invitáramos a una fanta. Todos menos Adamó que se mantenía al margen del tumulto sentado y con una media sonrisa.

¿Tú no quieres trabajar? Le pregunté, me respondió que si.
¿Quieres tomar algo? No gracias estoy haciendo el ramadán -me contestó- y hasta que no anochezca no puedo comer ni beber.
Está bien Adamó vente con nosotros -le comenté- y mañana como eres menor de edad vamos a hablar con tu padre para que te dé permiso para trabajar una semana con nosotros y puedas recuperar los días de ramadán más tarde.
Esta fue la pequeña conversación que mantuve con él y que de un modo intuitivo decidió su destino y el nuestro los días que se nos avecinaban.

Aquella noche después de beberse 3 litros de agua seguidos, hecho que recogí con mi pequeña cámara de fotos para la posteridad, cenó con nosotros espaguetis, repitiendo 3 veces, esto no me dió tiempo a fotografiarlo porque si me descuidaba me quedaba sin cena.

A la mañana siguiente se puso su mejor ropa para pedir permiso a su padre y empezar a trabajar con los turistas españoles, doy fe fotográfica también. Fue uno de los mejores guías que nunca he visto. Conocimos todos los rincones y leyendas de toda la zona.

adamo1
Adamó y su padre

Dapaong la podriamos comparar en terminos locales al pueblo de Écija en Sevilla, según dicen el lugar más caluroso de España. En la norteña ciudad togolesa es donde yo he soportado las temperaturas más alta de todos los sitios que he visitado, incluida África con sus desiertos y junglas. Siempre que alguien se queja del calor en uno de nuestros meses veraniegos recuerdo con una sonrisa en la boca que puede llegar a caracajada, la hora de la siesta en nuestra olla africana.

Todo África, en general, tiene "cosas" curiosas que suceden a la vista de un "blanco", de esta pequeña excursión podría enumerar algunas peculiaridades que puedo recordar:
Sólo exisía un pequeño Hotel con 4 ó 5 habitaciones. Una de ellas tenía aire acondicionado, hecho insólito por aquellos pagos. En aquella "masión", no sé como, terminábamos todos mis compañeros de viaje y yo cada noche para poder conciliar el sueño.
La comida debíamos encargarla unas horas antes para que la cocinera tuviera tiempo de ir la mercado comprar la comida, volver, y cocinarla. Al grito de una matrona africana preguntandonos a la soporifera hora de la siesta que deseabamos cenar iniciabamos este largo proceso.
Otro detalle destacable era nuestro guardián del Hotel, velador de nuestra seguridad mientras residiamos allá. Resulta muy difícil de describir, mejor subo una foto y opináis vosotros al respecto.

Guardian
El guardián del Hotel

A pesar de su fiero aspecto era un tio muy "majete". Le pasabamos cigarrillos para que nos cuidara bien y apuntara bien con el rudimentario arco.
Continuará...

2 comentarios:

  1. Hola Jorge!!!

    Impresionante el viaje a Togo, me reí mucho al leer sobre como Adamó bebió tras litros de agua sin parar y como repitió tres veces la cena. Espero, q no haya terminado con indigestión...

    Vi las fotos del viaje y la q más me conmovió fue la de los niños, distribuidos como si fuera foto de futbol... Espero q llegue pronto el momento de verlos viviendo en condiciones más cercanas a la normalidad.

    Por cierto, en México también hay oyas parecidas a la que visitaste ja!

    SalU2

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  2. Con las anécdotas de tus viajes, conocemos mejor ciudades de África como Dapaong, que yo no había ni oído nombrar, además de costumbres y música.

    Por cierto, a la olla de Écija por aquí le llaman "la sartén de Andalucía".
    Mi cuñado es guardia de seguridad, con el calor de estas fechas seguro que le encantaría el uniforme de este.

    Me ha gustado tu "post" y las fotos... esperaré la continuación.
    Un abrazo.

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