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lunes, 8 de junio de 2009

Cruce en las votaciones

Sí, ayer fui a votar. Desde el atentando del 11-M de Atocha he pasado de ser un convencido abstencionista a un rabioso votante en contra del poder, ese que todo lo corrompe. Me toca hacerlo en un colegio público sito en la Calle de la Beneficencia de Madrid, donde estaba el antiguo hospicio. Así que antes de comer, sobre la 1 de la tarde, tomé mi DNI y me dispuse a encontrar mi mesa electoral. Cosa rara, la escuela estaba a rebosar, señoras con cardados en sus cabezas a la manera de Esperanza Aguirre junto a sus maridos jubilados lo invadían todo. Tuve que hacer cola delante de una de las urnas y esperar mi turno. Es curioso, la mayoría estaban presididas por gente joven (¿de verdad que esto se sortea?).

Hasta ese momento todo normal, pero a la salida, en la calle, en la acera de enfrente me topé con otra cola mal formada de unas cincuenta personas. Vestían ropas viejas, de las que dan en las iglesias. Lucían barbas de una semana por lo menos, y sus voces roncas contrastaban con la buena educación y buen rollo que salía del interior. Protestaban porque habían cambiado el lugar donde iba a ser repartida la comida gratuita que les mantenía vivos. Unos, los más enterados, explicaban a los otros que los ciudadanos de pro estábamos votando a nuestros insignes políticos en su comedor habitual. Hoy llevo todo el día leyendo los análisis que surgen de las votaciones de ayer, pero esas gentes no aparecen en ningún estudio.

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