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lunes, 7 de abril de 2008

Este extraño oficio

Leo los miedos y reflexiones que acechan al crítico musical encarnado en Diego A. Manrique publicados en su columna Universos Paralelos del diario El País. A continuación copio y pego un extracto de lo que más me ha gustado de lo escrito por mi admirado periodista. Seguro que él ni se acuerda pero le recogí en autoestop a finales de los 80 en mi querida Ibiza. Según me contó iba en busca de una exclusiva grabación de Nico, cantante de Velvet Underground recientemente fallecida en la isla. Necesidades perdidas del oficio según nos cuenta en su artículo.
Bien, se acabó. Internet ha alterado las reglas del juego. Teóricamente, todo -información y música- está al alcance de cualquiera con ordenador y conexión ADSL...

La era de Internet se caracteriza por una abundancia de textos deshuesados, que acumulan datos sin transmitir la sensación de haber experimentado lo que se comenta. Sus autores ni siquiera parecen evaluar sus fuentes: no distinguen entre artículos sólidos y escritos promocionales. Los superlativos son baratos en estos tiempos.

La república de los blogs ha dinamitado las jerarquías estéticas establecidas. Con total impunidad, se plantean revisiones de la historia del pop, que pivotan sobre caprichos más o menos argumentados. Son ejercicios a veces enervantes pero, finalmente, vivificantes. Aunque lleven dentro la semilla del disparate...

En la radio, el asunto también lucía grave. Funcionan emisoras cibernéticas que, a partir de un tema determinado, te ofrecen toda una programación en la misma línea sonora. Y aun así, no han acabado con la radio musical. Quiero pensar que los oyentes todavía prefieren al comunicador, una personalidad con visión propia que acompaña sin alardear de erudición, sabedor de que ahora hay más música disponible que nunca.

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